jueves, 31 de marzo de 2011

Perros de la cárcel

Es una noticia de hace unos meses, pero para el que no sabía, esta bueno informarse.

La historia de la Hermana Pauline Quinn tiene tantas aristas para ser contadas que hasta fue motivo de una película especialmente realizada para la televisión norteamericana. Aunque, el disparador de su pico de trascendencia fue el hecho de ser la creadora de Prison Dog, un programa de reinserción social de reclusos a través del trabajo con perros que se convirtió en el más exitoso de su país, primero, y del planeta, más tarde.

A saber: prisioneros reciben canes abandonados y aprenden a entrenarlos con el objetivo de que sirvan de asistencia para discapacitados, como perros de rescate o bien para colaborar con la policía en la detección de drogas y explosivos, por ejemplo. Así, además, algunos detenidos dejan la cárcel no sólo con la satisfacción de haber realizado una acción socialmente loable y que colabora en su proceso de reinserción, sino que lo hacen con un oficio y con los beneficios que proporcionan los efectos del vínculo emocional con los animales.

El mes último, Pauline Quinn pasó por la Argentina invitada por Pedigree, una marcas dedicada al negocio de alimentos para mascotas, que justamente también lleva adelante su programa “Adopción Pedigree” destinado al rescate, rehabilitación y puesta en adopción de perros callejeros y sin hogar.

La Hermana participó como disertante invitada en el Congreso Argentino y Latinoamericano “Los animales: su impacto en la salud”, llevado adelante en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires y también visitó la cárcel de Ezeiza, donde se reunió con miembros del Servicio Penitenciario Federal, con el objetivo de tener en cuenta la alternativa de instalar programas semejantes en nuestro país. Su exposición fue seguida por atención no sólo por su experiencia en cuanto a este programa, sino por el aura que genera su historia tan particular. A su lado, como siempre, estuvo Remi, el doberman que es actualmente su perro de servicio y la acompaña a sol y sombra.

Es que la vida de Quinn es casi tan interesante como la iniciativa que vino a exponer a la Argentina. Nacida en 1942, Cathy Quinn creció en medio de peleas entre su madre y su padrastro, hasta que a los 12 años se fue de su casa. Durmió en la calle, estuvo internada en diversos institutos y a los 16 años fue violada y dio a luz un bebé enseguida entregado en adopción. Vulnerable y abusada, su única esperanza era conseguir un perro-amigo que de una vez por todas le diera el amor y la compañía que nunca había tenido.

Y así fue: a los 20 años le regalaron una cachorra de ovejero alemán y todo empezó a cambiar. Más tarde tomó los hábitos y se convirtió en la Hermana Paulina de la Cruz, casi en el mismo momento que se acercó al correccional de mujeres del estado de Washington con tres perros y dos entrenadores. Era el inicio de una más que exitosa iniciativa de reinserción social. La relación reclusas-animales tuvo resultados positivos y la experiencia comenzó a replicarse en otras cárceles, si bien el programa de adiestramiento canino para presos comenzó formalmente en 1981.

M.F.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy parte del programa en la argentina! Pauline llegará a la Argentina nuevamente MAÑANA para ver su proyecto en marcha en el Servicio PEnitenciario Federal.