domingo, 15 de mayo de 2011

Matanza de 47 lobos en Asturias - ESPAÑA

Algo falla en este Plan de Gestión-Exterminación cuando año tras año se incrementa el número de ejemplares a abatir y los daños siguen aumentando casi en progresión geométrica 

ALBERTO CARLOS POLLEDO ARIAS | ESCRITOR Y EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
Ni quiero ni puedo disimular mi admiración por el cánido más formidable de la fauna española que, a pesar de la persecución secular que el género humano ejerce contra él, consigue mantener su precaria población en algunas zonas del solar ibérico. No hay duda de que es un pilar fundamental en el correcto equilibrio de la pirámide animal; sin su presencia, las poblaciones de jabalíes, venados, corzos, raposos y mustélidos se disparan hasta tal punto que, entre otras cosas, al destruir entorno, puestas y polladas han puesto en peligro de extinción al urogallo, ave mítica de los bosques asturianos.


Tiempos difíciles para el lobo los años de elecciones porque, a su costa, algunos pretenden conservar y aumentar el número de votos que les auparon a la poltrona. Sin ir más lejos, aquí, en Asturias, la Consejería de Medio Ambiente, a través del Plan de Gestión del Lobo, Actuaciones 2011, pretende asesinar a cuarenta y siete lobos y exterminar cuatro camadas. A la postre, serán bastantes más ejemplares si contamos hembras preñadas: todos sabemos que paren en las proximidades de la Ascensión. No, no se me olvida que a todos ellos debemos añadir los ejemplares abatidos en los cotos de caza, que no son pocos.

Y no es que diga que no sea necesario algún tipo de control si la población aumenta, que no es el caso, pero siempre hay que hacerlo avalado por un riguroso estudio de población, realizado por personal cualificado ajeno a ganaderos, cazadores y políticos. Como dice un buen amigo: «El Principado apuesta por los controles de población cuando sabe perfectamente que no es la mejor herramienta, ni la más justa, ni la más ética para reducir los daños del lobo. Matando cuarenta y siete lobos y retirando cuatro camadas tendremos menos lobos, pero no solucionaremos el conflicto».

Algo falla en este Plan de Gestión-Exterminación cuando desde el año 2007 se llevan realizando controles de lobo; año tras año se incrementa el número de ejemplares a abatir y los daños siguen aumentando casi en progresión geométrica. Se equivocan al no hacer un seguimiento real de las familias que crían en Asturias (según algunos estudios, desde el año 2003 no sobrepasan las treinta) y que en cada uno de estos grupos no se eliminen más ejemplares de los necesarios. Todos sabemos que cuando se reduce drásticamente un grupo familiar, los individuos que sobreviven, al no poder efectuar las cacerías en equipo, se alimentan de las presas más fáciles: vacas, terneros, potros, cabras y ovejas.

Es sabido que menos de cien ganaderos monopolizan la mitad o más de los daños que se producen en la región. Según los grupos conservacionistas asturianos, menos del 10% de las explotaciones ganaderas sufren daños de lobo (lo que significa que el 90% no los tienen), y de los que tienen daños, un 25% (es decir, una proporción mínima entre todas las explotaciones) acumulan la inmensa mayoría de los expedientes y de las reses. En torno a dos decenas tienen entre 10 y 30 daños al año; varios casos más entre 40 y 50 y uno con especial mérito que cobró más de 60 a lo largo del año.

Está claro que para reducir estos daños deben evitarse las malas prácticas ganaderas,reducir el fraude y la picaresca. Casi parece que el Principado esté magnificando este asunto. Con las peritaciones de las razas autóctonas interesa más que el lobo te devore un 'asturcón' o una cabra 'bermella' que vender el animal. En el caso concreto de los asturcones, se están haciendo valoraciones superiores a los 400 euros, cuando en el mercado, en el mejor de los casos, no sobrepasarían los 100 euros. Da qué pensar que un porcentaje altísimo de daños lo soportan ciudadanos que tienen la ganadería como segunda actividad; con otro trabajo fuera del pueblo, jubilados o prejubilados, o bien las mujeres de éstos, que cotizan en la Agraria, pero que no son profesionales reales. Por supuesto, sin olvidarnos de las sociedades de cazadores, más influyentes de lo que ustedes piensan, que pretenden convertir al lobo en un preciado trofeo de caza y, a la vez, lograr incrementar la población de jabalíes, corzos y venados en sus cotos.

Los ganaderos profesionales casi nunca tienen conflictos con los lobos porque acompañan el ganado, tienen perros pastores y adoptan medidas con equipos de ultrasonido y cercas. Pero, como decía al comienzo, estamos en época de elecciones, los alcaldes utilizan la demagogia para exigir a la Administración más controles. Alcaldes, ganaderos y cazadores son los que marcan los tiempos al Plan Anual de 'Ejecuciones'. La Consejería de Medio Ambiente debe parar esta locura.

Fuente: El Comercio

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